lunes, 26 de mayo de 2014

A Question

Ok, context. Mi amiga Sashá (Sashita la del Barrio, Sasi) está escribiendo un libro. Todos sabemos que la creación de un libro requiere research (o investigación) así que como parte de esa investigación, ella le hizo una pregunta a todos sus amigos hoy. Yo estuve enferma así que no la vi y prometí que tendría la respuesta en forma de entrada de blog el día de hoy. So here I am.

La pregunta en cuestión es ¿Cómo es tu hombre ideal?
Preunta difícil que me cuesta pensar la verdad, a veces pienso que imaginarme mucho a un hombre ideal aumenta el peligro de que un dia mis expectativas sean tan altas que no pueda reconocer something good in front of me. Pero bueno, soñar es bonito y es gratis and here I go:

Mi hombre ideal, en primer lugar tiene que ser seguidor de Cristo. Antes decía esa característica como si fuera un rezo, algo que debo decir. Bueno eso era antes. Conocer un poco más a Dios cada día, me da las explicaciones sobre por qué esta es una característica tan importante. Llevándolo a la práctica es tan útil y da tanta seguridad saber que el hombre con el que estás compartiendo tu vida, también comparte tus valores y las cosas que no tranzas. Tener la seguridad de que tanto yo como él sabemos quién es quien nos sostiene, quien lleva nuestras cargas y quien nos provee de todo, desde amor entre nosotros hasta la solucion a nuestros conflictos es algo que quiero.

Ahora, el resto de las características:

Físico:
-Altura.- que sea más alto que yo, es algo que siempre ha estado en mi lista, I wish I could have a reaaaaally tall husband.
-Barba.- esta se agregó más adelante en mi vida, es una característica tan masculina en un hombre y a algunos les arregla taaanto el caracho una buena barba, so yeah, esta definitivamente está en mi lista.
-Gravitas.- no conozco una sola mujer que no se sienta atraída a un hombre con voz grave. Pobres hombres con voz de pito :c *minuto de silencio*
-Manos Grandes.- si ya nos vamos a un punto de soñar like, a lot. Un hombre que tuviera manos lo suficientemente grandes para hacer que partes de mi cuerpo se vean más pequeñas o al menos de tamaño normal sería...wow, a dream come true.

Psicológico:
-Que escuche.- esta es súper común, todas quieren un hombre que las escuche. Yo la verdad lo encuentro un poco difícil porque conozco repocos hombres que realmente escuchan, that if I know any, ahora puedo pensar en dos, imagine that. Me gustaría que me escuchara si en esos comentarios chicos, no necesito que me escuche los problemas, ni esas cosas, sino los detalles de la vida, como esos comentarios que una hace a veces sobre cosas que te gustan o te desagradan. Un hombre que escuche esos detalles y los use para enamorar, I would love.
-Que le guste comer.-  el panorama de ir a comer me encanta, me encanta que me hagan regalos que sean comida, me encanta ver tele comiendo. No podría I COULD NOT! estar con un hombre que no le guste comer, o que sea bueno para las dietas, o que se preocupe demasiado por su cuerpo, onda que viva en el gimnasio. Pienso que el ejercicio de un hombre TIENE que ser un deporte, no una máquina. Se encuentra gordo? juegue a la pelota, juegue tenis, no sé, salimos a trotar juntos (si, por mi hombre ideal I would). Pero no gastemos 40 lucas de la fortuna familiar en ir a correr a una máquina cuando podemos hacer eso en la calle.
-Que disfrute de la música.- NO UN MÚSICO, sólo alguien que disfrute de la música como yo, descubrir bandas nuevas, escuchar canciones. Sería lindo que cantara igual un poco, con una voz bonita, no estoy pidiendo a Hozier (aunque si hablamos de ideal, Si, Hozier es bastante ideal). Alguien con quien poder escuchar música en la tarde de un domingo y ser felices así.
-Valiente.- Si alguna vez nos vemos enfrentados a algún peligro donde se espere de un hombre que proteja a su mujer, nada más terrible que el tipo la tire a una adelante. Yo espero de mi hombre que busque protegerme, ya he llegado al punto en mi vida donde estoy aprendiendo a ser más vulnerable y pienso que sería terrible que sea el mismo hombre el que me obligue a volver a estar en una situación de defensora que no me corresponde otra vez.
-Que disfrute el descanso.- sea en la cama o en un sillón viendo una serie, me gustaría que disfrutara de esos momentos de descanso, no que estuviera pensando en lo próximo que tiene que hacer e inquieto. Me molesta que las personas en general sean así, que no se puedan quedar quietas. Así que tanto más me molestaría en mi hombre ideal.
-Hot.- Dado que está en la seccion características psicológicas, todos sabemos que no es hotness física. No estoy diciendo que no pueda quitarme las manos de encima, pero si estoy diciendo que le cueste mucho. (Also: a mi me gustaría que me pasara lo mismo con él igual, obvio)
-Ubicado.- me cargaría que no respetara el hecho que a mi no me gusta que me den besos en público por ejemplo, o caminar abrazados de forma rara. Si, me gustaría que fuera mega cariñoso y de piel porque yo soy así. Pero conociendo esos límites que yo tengo y que los comparta, que no sea una tortura para él.
-Que sepa hablar inglés.- yo hablo inglés, me gusta hablar en inglés, no me quiero coartar el resto de mi vida porque el lindo no me entiende.
-Que sea un poco desordenado.- los hombres muy ordenados me desesperan. Esa es toda la explicación que puedo dar.

Ok, eso es todo lo que puedo pensar por ahora, pero creo que después se me ocurrirán más así que puede existir una parte dos.

Hope this is enough for an answer.

Over and Out
#AdiosBitches
 

 

jueves, 22 de mayo de 2014

Parte 1.1 (Si, como la tesis)

La primera vez que lo vio, estaba jugando en la plaza cerca de su nueva casa. Tenía 6 años y se encontraba en aquél lugar porque su madre pensó que sería una buena oportunidad para que conociera nuevos amiguitos. Con un cambio de casa y de colegio a mitad del semestre a cuestas, la mamá de Alejandra pensó que necesitaría un empujoncito para que todos esos cambios fueran lo menos traumáticos posible.
La pequeña subía y bajaba por una pirámide de madera jugando a ser una escaladora de montañas y su madre la miraba pensando en la inmortalidad del cangrejo. La tarde avanzaba apaciblemente mientras el sol se escondía detrás de las casas de aquél nuevo barrio de Santiago donde la familia Paredes Aedo, así como tantas otras, había ido a iniciar otro episodio de su vida.
La primera vez que la vio, estaba jugando en la plaza cerca de su nueva casa. Tenía 6 años y se encontraba en aquél lugar porque su madre pensó que sería una buena oportunidad para que conociera nuevos amiguitos. Con un cambio de casa y teniendo un semestre en el nuevo colegio como muestra, la mamá de Ricardo pensó que necesitaría un empujoncito para ser un poco más sociable con sus pares.
El pequeño daba vueltas alrededor de la plaza en su bicicleta nueva que había conseguido como regalo de sus abuelos ahora que tendría un lugar donde usarla. Todo indicaba que la tarde sería igual que cualquier otra hasta que ocurrió, ese hecho que hace que dos personas se conozcan. A veces es chocar mientras caminan por la calle, a veces es mirarse en el metro, sentarse al lado del otro en un bus, compartir clases en el colegio o en la universidad, verse en una fiesta y salir a conversar o tener que compartir el auto para llegar a algún lugar. Todas las historias son diferentes pero se unen en ese hecho, y ¿cuál fue el hecho en esta historia? el accidente en bicicleta de una niña en la misma plaza donde Alejandra y Ricardo jugaban.
La chiquilla gritó con todas sus fuerzas al percatarse que sus rodillas y codos habían perdido buena parte de la piel que las cubría a causa del roce con el pavimento. Las madres de los pequeños saltaron de los lugares donde estaban sentadas al ver la caída y dado que el adulto responsable de la accidentada no estaba a la vista se acercaron corriendo, cada una con un hijo curioso a su espalda.
Alejandra miró desde la espalda de su madre y, antes que las rodillas ensangrentadas y llenas de tierra de la pequeña, un par de ojos atrajeron su atención desde la espalda de la otra mujer que se había acercado. Tenían una expresión extraña y observaban directamente el espectáculo, había curiosidad en ellos pero ni una gota de preocupación, como si supiera que esa niña iba a estar bien pero aun así le interesara como toda esta situación se iba a desarrollar. No alcanzó a mirar en la misma dirección también cuando el niño al que se había quedado mirando fijo la miró también,  Ella no supo cómo reaccionar conscientemente así que su cuerpo lo hizo por ella, la sonrisa fue instantánea y un “hola” salió de su boca casi de inmediato.
Claramente, en los años que vendrían, Alejandra no recordaría las piernas ensangrentadas de la niña, ni la cara del padre de la misma cuando la fue a buscar corriendo al escuchar sus bramidos. Pero si recordaría que esa fue la primera vez que conoció a Ricardo Narbona, su amigo de la infancia.
Sólo tomó esa tarde, donde se quedaron jugando juntos en la plaza hasta que sus mamás dejaron de conversar para que Ricardo decidiera ir a buscar a Alejandra a su casa todos los días para jugar. Vivían uno frente al otro y el colegio de él  terminaba las clases un par de horas más temprano que el de ella, así que procuraba hacer sus tareas al llegar a casa para tener tiempo suficiente para esperar que el furgón amarillo llegara y Alejandra bajara y luego de media hora (que su mamá le había dicho que esperara) fuera a gritar a la casa de ella si podía salir a jugar “un ratito”.
Bastaron otro par de semanas para que las madres de los niños comenzaran a confiar en la otra con las vidas de sus pequeños y ahí comenzaron las visitas a las casas de uno y otro. Jugar partidas de nintendo todas las tardes, andar en bicicleta y jugar a las guerras de semillas (el juego consistía en lanzarse semillas de un árbol que había en la casa de un vecino hasta que alguno se rindiera o el juego se volviera aburrido) eran las actividades favoritas del par. Aunque ninguno de esos panoramas era tan disfrutado como burlarse de otro de sus vecinos, Gabriel.
Él no era un mal niño,  al menos no en ese entonces. Sólo era un mentiroso patológico y gustaba de Alejandra en una forma que no era aceptable para ella. Ni para Ricardo. Por eso lo molestaban, se justificaban en eso. Ricardo no sabía cómo explicarlo pero sólo quería pasar tiempo con Alejandra y quería que ella sólo pasara tiempo con él, le parecía de lo más normal.  Los niños no piensan en esas cosas.
Pasados un par de años de partidas de nintendo, peleas por los turnos con los juguetes o por quien había ganado una carrera, incontables moretones, heridas y golpes contra el pavimento, y algunos cumpleaños, los niños se convertían lentamente en las personas que llegarían a ser cuando finalmente se separaran y tuvieran que vivir otra etapa de sus vidas.
A la edad de 9 años, Alejandra se dio cuenta que gustaba de Ricardo como las princesas gustaban de los príncipes en las películas de Disney, o como Clarissa gustaba de su amigo Sam en “Clarissa lo explica todo”. Era romántico, con saltos de corazón y miradas extrañas. Quería que le tomara la mano y casarse con él cuando fueran mayores.
A la edad de 9 años, Ricardo se dio cuenta de que gustaba de Alejandra como el power ranger rojo gustaba de la power ranger rosada, o como Simba de Nala en “El Rey León”. Era con risas nerviosas y cosas en la guata.  No sólo quería que jugara sólo con él, sino que quería verla todo el tiempo y estar con ella y tocarle el pelo.
Una tarde, luego de una sesión de patinaje en la calle que duró horas en la cual Alejandra venció a Ricardo en al menos 5 carreras, éste último decidió sentarse a descansar un rato en la entrada de su casa, estaba cansado y se sentía enojado por la derrota, cosa que no ocultó muy bien. Alejandra se sentó a su lado y comenzaron a hablar de cosas como el colegio o la última novedad de sus casas “Mi hermano va a ir al jardín el otro año” le contó Alejandra. Ricardo sentía algo de envidia porque ella tenía un hermano y él no, había pedido uno, pero no parecía llegar nunca, así que contestó de forma hostil “yo no tengo hermanos”. Alejandra guardó silencio desde la respuesta y Ricardo se sintió mal por haberla hecho pasar un mal rato, decidió compensar usando un truco que había aprendido en el colegio con una de sus compañeras, “Quieres que te haga una trenza?” le preguntó luego de unos minutos. Alejandra sabía lo que era una trenza pero nunca había visto a un niño hacerlas, le pareció interesante así que accedió a la oferta de Ricardo.
Ambos recordarían esa tarde bajo las estrellas, inocente como fue.
Al llegar el año 2001, la familia de Ricardo decidió mudarse a otro barrio, la llegada de un nuevo miembro a la familia (una pequeña colorina como su madre) y un cambio en el trabajo del padre les llevaron a dejar la casa donde Ricardo se había criado y habían vivido tantos bellos momentos, para comenzar a crear nuevas memorias en un nuevo hogar. Ricardo prometió a Alejandra que seguirían viéndose, que no viviría tan lejos. Al despedirse de él, Alejandra le dio un beso en la mejilla y creyó todo lo que le dijo. Siempre tenía la razón en todo.

La promesa pudo cumplirse hasta llegar el año 2003, ese fue el año en que la familia de Alejandra decidió mudarse no sólo a otro barrio, sino que a otra ciudad. Las promesas de continuar viéndose se volvieron más irreales y Alejandra, ya con 13 años, no pudo siquiera hacerlas. Simplemente hubo una despedida por teléfono y el deseo que ésta no fuera permanente.