Ok, yo iba al campamento sin expectativas. No creía que fuera a pasar nada. Es más, fui casi como para ayudarme a mejorar la relación con mis hermanos en la fe del grupo de jóvenes.
Nada más alejado de los planes que Dios tenía para nosotros en esos días.
Él me habló, quebrantó, amó, abrazó y consoló de una forma que jamás hubiese imaginado. Me permitió estar en Su presencia a pesar de mis muchas y variadas faltas y pecados. Sólo para mostrar lo que me estaba perdiendo.
Me cuesta encontrar las palabras para expresar lo maravilloso y especial que fue este tiempo, cómo me sentí amada y escuchada y especial para Dios. Cómo se fueron presentando con tanta claridad las cosas que estaba haciendo mal y lo que debía hacer, no sentía ese mover del Espíritu Santo desde hace muchisimo tiempo y fue grandioso.
Vuelvo a casa con un desafío y un clamor gigante, amar a Dios, glorificar y alabarle por sobre todas las cosas, adorarle sólo a Él y ansiar su presencia con tanta pasión que me muera si no le busco. Eso es lo que quiero, y eso es lo que comenzaré a buscar ahora.
La palabra de Dios no vuelve vacía, y en este caso, como decía el nombre del campamento. Dios impactó mi vida con su amor, su misericordia, su fidelidad y su justicia.
"A los que usan bien lo que se les da, se les dará aún más y tendrán en abundancia; pero a los que no hacen nada se les quitará aun lo poco que tienen." (Mateo 25:29)
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