La primera vez que lo vio, estaba jugando en la plaza cerca
de su nueva casa. Tenía 6 años y se encontraba en aquél lugar porque su madre
pensó que sería una buena oportunidad para que conociera nuevos amiguitos. Con
un cambio de casa y de colegio a mitad del semestre a cuestas, la mamá de
Alejandra pensó que necesitaría un empujoncito para que todos esos cambios fueran
lo menos traumáticos posible.
La pequeña subía y bajaba por una pirámide de madera jugando
a ser una escaladora de montañas y su madre la miraba pensando en la
inmortalidad del cangrejo. La tarde avanzaba apaciblemente mientras el sol se
escondía detrás de las casas de aquél nuevo barrio de Santiago donde la familia
Paredes Aedo, así como tantas otras, había ido a iniciar otro episodio de su
vida.
La primera vez que la vio, estaba jugando en la plaza cerca
de su nueva casa. Tenía 6 años y se encontraba en aquél lugar porque su madre
pensó que sería una buena oportunidad para que conociera nuevos amiguitos. Con
un cambio de casa y teniendo un semestre en el nuevo colegio como muestra, la
mamá de Ricardo pensó que necesitaría un empujoncito para ser un poco más
sociable con sus pares.
El pequeño daba vueltas alrededor de la plaza en su
bicicleta nueva que había conseguido como regalo de sus abuelos ahora que
tendría un lugar donde usarla. Todo indicaba que la tarde sería igual que
cualquier otra hasta que ocurrió, ese hecho que hace que dos personas se
conozcan. A veces es chocar mientras caminan por la calle, a veces es mirarse
en el metro, sentarse al lado del otro en un bus, compartir clases en el
colegio o en la universidad, verse en una fiesta y salir a conversar o tener
que compartir el auto para llegar a algún lugar. Todas las historias son diferentes
pero se unen en ese hecho, y ¿cuál fue el hecho en esta historia? el accidente
en bicicleta de una niña en la misma plaza donde Alejandra y Ricardo jugaban.
La chiquilla gritó con todas sus fuerzas al percatarse que
sus rodillas y codos habían perdido buena parte de la piel que las cubría a
causa del roce con el pavimento. Las madres de los pequeños saltaron de los
lugares donde estaban sentadas al ver la caída y dado que el adulto responsable
de la accidentada no estaba a la vista se acercaron corriendo, cada una con un
hijo curioso a su espalda.
Alejandra miró desde la espalda de su madre y, antes que las
rodillas ensangrentadas y llenas de tierra de la pequeña, un par de ojos
atrajeron su atención desde la espalda de la otra mujer que se había acercado.
Tenían una expresión extraña y observaban directamente el espectáculo, había
curiosidad en ellos pero ni una gota de preocupación, como si supiera que esa
niña iba a estar bien pero aun así le interesara como toda esta situación se
iba a desarrollar. No alcanzó a mirar en la misma dirección también cuando el
niño al que se había quedado mirando fijo la miró también, Ella no supo cómo reaccionar conscientemente
así que su cuerpo lo hizo por ella, la sonrisa fue instantánea y un “hola”
salió de su boca casi de inmediato.
Claramente, en los años que vendrían, Alejandra no
recordaría las piernas ensangrentadas de la niña, ni la cara del padre de la
misma cuando la fue a buscar corriendo al escuchar sus bramidos. Pero si recordaría
que esa fue la primera vez que conoció a Ricardo Narbona, su amigo de la
infancia.
Sólo tomó esa tarde, donde se quedaron jugando juntos en la
plaza hasta que sus mamás dejaron de conversar para que Ricardo decidiera ir a
buscar a Alejandra a su casa todos los días para jugar. Vivían uno frente al
otro y el colegio de él terminaba las
clases un par de horas más temprano que el de ella, así que procuraba hacer sus
tareas al llegar a casa para tener tiempo suficiente para esperar que el furgón
amarillo llegara y Alejandra bajara y luego de media hora (que su mamá le había
dicho que esperara) fuera a gritar a la casa de ella si podía salir a jugar “un
ratito”.
Bastaron otro par de semanas para que las madres de los
niños comenzaran a confiar en la otra con las vidas de sus pequeños y ahí comenzaron
las visitas a las casas de uno y otro. Jugar partidas de nintendo todas las
tardes, andar en bicicleta y jugar a las guerras de semillas (el juego
consistía en lanzarse semillas de un árbol que había en la casa de un vecino
hasta que alguno se rindiera o el juego se volviera aburrido) eran las
actividades favoritas del par. Aunque ninguno de esos panoramas era tan
disfrutado como burlarse de otro de sus vecinos, Gabriel.
Él no era un mal niño, al menos no en ese entonces. Sólo era un
mentiroso patológico y gustaba de Alejandra en una forma que no era aceptable
para ella. Ni para Ricardo. Por eso lo molestaban, se justificaban en eso.
Ricardo no sabía cómo explicarlo pero sólo quería pasar tiempo con Alejandra y
quería que ella sólo pasara tiempo con él, le parecía de lo más normal. Los niños no piensan en esas cosas.
Pasados un par de años de partidas de nintendo, peleas por
los turnos con los juguetes o por quien había ganado una carrera, incontables
moretones, heridas y golpes contra el pavimento, y algunos cumpleaños, los
niños se convertían lentamente en las personas que llegarían a ser cuando
finalmente se separaran y tuvieran que vivir otra etapa de sus vidas.
A la edad de 9 años, Alejandra se dio cuenta que gustaba de
Ricardo como las princesas gustaban de los príncipes en las películas de
Disney, o como Clarissa gustaba de su amigo Sam en “Clarissa lo explica todo”.
Era romántico, con saltos de corazón y miradas extrañas. Quería que le tomara
la mano y casarse con él cuando fueran mayores.
A la edad de 9 años, Ricardo se dio cuenta de que gustaba de
Alejandra como el power ranger rojo gustaba de la power ranger rosada, o como Simba
de Nala en “El Rey León”. Era con risas nerviosas y cosas en la guata. No sólo quería que jugara sólo con él, sino
que quería verla todo el tiempo y estar con ella y tocarle el pelo.
Una tarde, luego de una sesión de patinaje en la calle que
duró horas en la cual Alejandra venció a Ricardo en al menos 5 carreras, éste
último decidió sentarse a descansar un rato en la entrada de su casa, estaba cansado
y se sentía enojado por la derrota, cosa que no ocultó muy bien. Alejandra se
sentó a su lado y comenzaron a hablar de cosas como el colegio o la última
novedad de sus casas “Mi hermano va a ir al jardín el otro año” le contó
Alejandra. Ricardo sentía algo de envidia porque ella tenía un hermano y él no,
había pedido uno, pero no parecía llegar nunca, así que contestó de forma
hostil “yo no tengo hermanos”. Alejandra guardó silencio desde la respuesta y
Ricardo se sintió mal por haberla hecho pasar un mal rato, decidió compensar
usando un truco que había aprendido en el colegio con una de sus compañeras, “Quieres
que te haga una trenza?” le preguntó luego de unos minutos. Alejandra sabía lo
que era una trenza pero nunca había visto a un niño hacerlas, le pareció
interesante así que accedió a la oferta de Ricardo.
Ambos recordarían esa tarde bajo las estrellas, inocente
como fue.
Al llegar el año 2001, la familia de Ricardo decidió mudarse
a otro barrio, la llegada de un nuevo miembro a la familia (una pequeña
colorina como su madre) y un cambio en el trabajo del padre les llevaron a
dejar la casa donde Ricardo se había criado y habían vivido tantos bellos
momentos, para comenzar a crear nuevas memorias en un nuevo hogar. Ricardo
prometió a Alejandra que seguirían viéndose, que no viviría tan lejos. Al
despedirse de él, Alejandra le dio un beso en la mejilla y creyó todo lo que le
dijo. Siempre tenía la razón en todo.
La promesa pudo cumplirse hasta llegar el año 2003, ese fue
el año en que la familia de Alejandra decidió mudarse no sólo a otro barrio,
sino que a otra ciudad. Las promesas de continuar viéndose se volvieron más
irreales y Alejandra, ya con 13 años, no pudo siquiera hacerlas. Simplemente
hubo una despedida por teléfono y el deseo que ésta no fuera permanente.
Such a nice start.. te hace querer seguir leyendo. Me encanta el relato de lo que ellos pensaron o sintieron, y la inocencia de la verdadera juventud.
ResponderEliminar¡Más más más! Feed me, or i will feed myself with your tears.
Greetings, dear peasant.
I MADE MYSELF SAD WITH THIS!!
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